Hacer los deberes
La asignación de tareas escolares fuera del horario lectivo es una práctica muy extendida en el sistema educativo español que no todos los padres comparten. No en vano, los alumnos españoles son de los que más deberes se traen a casa en relación al conjunto de países de la Unión Europea. Centros escolares y profesores insisten en la conveniencia de mandar deberes para reforzar el conocimiento y aumentar la responsabilidad de los estudiantes, mientras que algunos padres consideran que el exceso de deberes les impide educar a los hijos en otros valores distintos de los meramente académicos.
¿Por qué hacer deberes?
Los razonamientos que arguyen los profesores para justificar la conveniencia de mandar deberes van desde la necesidad de hacer repaso de lo visto en clase durante el día hasta la exigencia de fomentar la responsabilidad y el desarrollo de la autonomía de los niños y niñas. El hábito de estudio, señalan los expertos, no es algo que se haya de aprender exclusivamente en clase, sino que debe partir de la iniciativa personal de los alumnos, que han de ser capaces de organizar su tiempo libre, imponerse las dosis adecuadas de autodisciplina y ser concientes de que el aprendizaje es un proceso global que no termina al abandonar el centro escolar.
No todos los padres, sin embargo, ven con buenos ojos la carga extra de trabajo escolar que significan los deberes. Los hay que se lamentan de que el sistema educativo español tradicional carga de trabajo extraescolar la agenda de sus hijos, y ello les impide en gran medida formar a los pequeños en otros valores igualmente importantes: la convivencia familiar, la lectura, la práctica de deporte, la dimensión participativa y social o simplemente el disfrute de su tiempo de ocio y juego.
Como en muchas otras situaciones de conflicto, la solución más apropiada parece estar en el equilibrio entre las dos posturas. Pero, ¿dónde está ese término medio? Una buena práctica sería diversificar las tareas escolares y delimitar el tipo de deberes que se eligen para ser realizados en casa: huir, por ejemplo, de los ejercicios rutinarios, extensos y mecánicos y apostar por un tipo de actividades más prácticas, más entretenidas y más cortas que favorezcan la autonomía de los alumnos, instándoles por ejemplo a familiarizarse con el uso académico de Internet y las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), de los medios de comunicación o de los libros no curriculares.
El rol de los padres
El rol de los padres
Sin duda, es conveniente que los niños se acostumbren a realizar un esfuerzo constante en materia de estudio, tanto dentro como fuera de clase. De igual forma, es bueno para los padres implicarse en las tareas escolares de sus hijos, ya que nos acercan a ellos y nos permiten participar en su desarrollo intelectual. La información que los padres extraemos al ayudar a nuestros hijos con sus estudios nos proporciona la posibilidad de identificar sus virtudes y defectos, habilidades y deficiencias, y actuar en consecuencia.
¿Cómo podemos ayudarles? Como principio general, es importante afrontar positivamente la tarea de ayudar a nuestros hijos con sus deberes. Numerosos estudios señalan que las tareas escolares no sólo incomodan a los alumnos, sino que cada vez con más frecuencia, irritan enormemente a los padres. En ocasiones, una actividad que debiera servir para crear vínculos con nuestros hijos se convierte en un motivo de conflicto. Y en demasiadas ocasiones, estos conflictos desembocan en malos hábitos, como por ejemplo:
- Dejar a los niños solos ante las dificultades que pueden plantearles hacer los deberes (un 70% de los escolares no recibe ningún tipo de ayuda, según una encuesta del INCE del año 2000);
- Dejar el peso de la cooperación en manos de las madres (en un 43% de los casos son ellas quienes asumen en exclusiva el papel de ayudar a sus hijos con los deberes);
- Controlar excesivamente sus tareas y organizar con demasiado rigor los horarios destinados a realizarlas, de modo que los niños no asumen responsabilidades que les corresponden.
- Para superar estos hándicaps es preciso tener en cuenta, por un lado, que la mayoría de nosotros no somos profesionales de la enseñanza y por tanto no tenemos las atribuciones necesarias para suplantar a los profesores; y por otra parte, que muchas veces no tenemos el tiempo suficiente para dedicar a estos menesteres, y en consecuencia resulta complicado afrontar esta tarea con la actitud más positiva, ya que muchos padres no se encuentran en la mejor disposición de sentarse junto a sus hijos ante un ejercicio escolar después de la jornada de trabajo.
La información que los padres extraemos al ayudar a nuestros hijos con sus estudios nos proporciona la posibilidad de identificar sus virtudes y defectos, habilidades y deficiencias, y actuar en consecuencia.
Catálogo de buenas prácticas
La actitud correcta de los padres ante el reto conjunto que representa el trabajo extraescolar de sus hijos consiste, en primera instancia, en observar en qué consisten sus tareas, cómo las afrontan y qué dificultades encuentran. De este modo, no sólo descubriremos qué contenidos trabajan en clase y cuáles son sus principales habilidades y déficits, sino que nos situaremos en condición de compartir con ellos sus experiencias escolares, tanto académicas como meramente personales.
Los expertos aconsejan a los padres implantar en casa una serie de medidas prácticas para organizar el tiempo destinado a hacer los deberes:
- Conviene delimitar un lugar y un tiempo determinado para hacer los deberes: un lugar fijo de estudio facilita su concentración, mientras que organizar su tiempo faavorece la dedicación del niño o niña a otras actividades de formación y ocio;
- Es importante que los niños perciban interés por nuestra parte respecto a sus tareas escolares. Lo ideal es crear un clima de colaboración de un modo no autoritario, ofreciéndonos a ayudar pero insistiendo en reclamar su responsabilidad final sobre el trabajo;
- En general, es imprescindible inculcarles desde bien pequeños el afán de aprender nuevas cosas en cualquier circunstancia: animándoles a la lectura, invitándoles a desarrollar sus capacidades artísticas, ayudándoles a entender lo que dice la televisión, etc.;
- En ejercicios complicados, asignaturas que se les atragantan o en épocas de exámenes no está de más dedicarles un poco más de tiempo e intensificar nuestro apoyo, proponiéndoles técnicas de estudio, participando más activamente en su proceso de aprendizaje y animándoles si se muestran nerviosos o inseguros.
¿Demasiados deberes?
La pregunta que se hacen muchos padres que se cuestionan el porqué de tantos deberes es cómo es posible que asistiendo a clase un mínimo de seis horas diarias, los niños necesiten dos o tres horas más de estudio al llegar a casa. ¿A qué se dedican entonces en el colegio? ¿Falla algo en la educación escolar española o el hecho de mandar deberes como norma habitual forma parte de una estrategia consensuada por las autoridades educativas?
En cualquier caso, no parece una costumbre heredada del sistema educativo tradicional, dado que muchos de los que ahora somos padres recordamos nuestra infancia en la calle, jugando con los amigos en el parque después de clase. Bien es cierto que la sociedad ha cambiado mucho en estas últimas dos o tres décadas, y también es muy diferente la educación que reciben los más pequeños… Pero ¿es bueno para nuestros hijos que dediquen tanto tiempo a sus tareas escolares y tan poco a sus actividades de ocio?
Criterios didácticos
Los expertos, por su parte, afirman que la mayoría de las familias están de acuerdo con que sus hijos lleven a casa trabajo escolar extra, y justifican la existencia de los deberes con argumentos pedagógicos, tales como:
- crear un hábito de trabajo
- afianzar el aprendizaje de los contenidos tratados en clase
- equilibrar la carga lectiva que reciben los alumnos en clase con tareas menos pesadas y prácticas
- ejercitar las lecciones aprendidas
- acabar las tareas que no se han terminado en el aula
- involucrar a los padres en la educación académica de sus hijos
Asimismo, las tareas escolares fuera del aula deben cumplir, en general, una serie de requisitos distintos a los que suelen tener los contenidos impartidos en clase: es conveniente que, dentro de lo que cabe, sean entretenidas, livianas, motivadoras y, por encima de todo, dosificadas, con la finalidad de que no acaparen el ya de por sí escaso tiempo libre del que disponen las familias.
Aun conviniendo que los deberes son una obligación que ayuda a los alumnos a completar las enseñanzas recibidas durante el horario lectivo, el núcleo del debate está en cuánto tiempo es admisible que dediquen en casa a sus tareas escolares. Los educadores y psicopedagogos que han analizado la cuestión coinciden en afirmar que lo más efectivo es pactar un horario para realizar los deberes. Se recomienda hacerlo coincidir con la presencia paterna en el domicilio, con el fin de observar lo que hacen y prestarles apoyo en la medida de lo posible.
El tiempo destinado a hacer los deberes varía según la etapa escolar del alumno: en edad preescolar basta con inducir el intercambio de información preescolar con preguntas del tipo ¿qué te han enseñando hoy en el colegio?; en Primaria, los niños no deberían dedicar más de media hora a los deberes extraescolares, y es conveniente que los padres supervisen las tareas y el tiempo destinado a ejecutarlas; en los últimos cursos de Primaria e inicios de Secundaria, puede aumentarse el tiempo destinado a los deberes hasta la hora, e incluso iniciar algún tipo de formación específica (idiomas, música); en Secundaria, el alumno ya debe mostrar la madurez suficiente para organizar sus tareas y dedicarles el tiempo necesario sin distraerse con otras actividades, preferentemente inferior a la hora y media diaria.
No se trata, por supuesto, de sentarse con nuestros hijos a hacer las tareas escolares norma general, ya que una de las principales motivaciones de mandar deberes consiste en que sean ellos mismos los que aprendan a resolver de forma autónoma los ejercicios, pero sí es aconsejable motivarles (no conviene, en general, mostrar actitudes autoritarias) y orientarles. Propiciar un buen clima de colaboración repercute además en la mejora de las relaciones familiares y facilita la comunicación y la transmisión de valores educativos que no están estrictamente vinculados con la enseñanza académica: el esfuerzo, la responsabilidad, el orden, la constancia, etc.
El profesor particular: ¿remedio o parche?
Uno de los recursos típicos que adoptan los padres cuyos hijos presentan dificultades académicas consiste en contratar los servicios de un profesor particular que ofrezca atención personalizada al alumno. Se trata de una costumbre creciente en los hogares españoles con hijos en edad escolar (mayoritariamente en Primaria y Secundaria), aunque no siempre está justificada. Los pedagogos alertan de la tendencia de algunas familias a ocultar situaciones que poco o nada tienen que ver con el desarrollo académico, como la falta de atención a los hijos o el poco tiempo destinado a la convivencia familiar, a través de la figura del profesor particular.
La opción del instructor de apoyo es una salida cómoda para algunas familias, pero no significa que sea siempre la más adecuada. La decisión de contratar a un profesor particular debe ser el resultado del análisis de las necesidades que muestra alumno y una posible vía de solución a los problemas académicos o de actitud ante los estudios detectados a través de dicha observación. Es muy conveniente que antes de adoptar la decisión definitiva, los padres se preocupen de agotar otros métodos más convencionales para mejorar las prestaciones académicas de sus hijos. Es preciso establecer una buena comunicación entre padres, alumnos y profesores con el fin de ejercer una mínima supervisión del estudiante. Esto es, entrevistarse con el tutor para detectar los problemas de seguimiento de las clases y posibles motivos, hablarlo con el niño, intentar motivarle y prestarle atención y ayuda con los deberes.
En ocasiones, sin embargo, son los propios profesores del colegio los que nos recomiendan que, si está a nuestro alcance, acudamos en busca de un profesor particular. Ante esta tesitura, es importante tomar las medidas necesarias para no equivocar la elección. Contratar a un profesor particular no garantiza ni mucho menos el éxito escolar. Es más, conviene observar de cerca, al menos durante las primeras sesiones, cómo se desenvuelve el profesor y cómo reacciona el niño ante la nueva situación. Hay que tener en cuenta que a menudo los profesores particulares no son más que estudiantes universitarios sin experiencia pedagógica alguna. Si la magnitud del problema académico es preocupante, cabe plantearse la opción de recurrir a un profesional de la pedagogía.
La decisión de contratar a un profesor particular debe ser el resultado del análisis de las necesidades que muestra alumno y una posible vía de solución a los problemas académicos o de actitud ante los estudios detectados a través de dicha observación
Mitos alrededor de las tareas. Qué hacer y qué no hacer:
http://www.eleducador.com/col/documentos/4361_Mitos.pdf
http://www.alfiekohn.org/phpnews_1-3-0/news.php?action=fullnews&id=8
Mitos alrededor de las tareas. Qué hacer y qué no hacer:
http://www.eleducador.com/col/documentos/4361_Mitos.pdf
http://www.alfiekohn.org/phpnews_1-3-0/news.php?action=fullnews&id=8
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