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martes, 16 de noviembre de 2010

"El maestro explica lo que sabe y enseña lo que es"

Un profesor universitario envió a sus alumnos de sociología a las villas miserias de Baltimore para estudiar doscientos casos de varones adolescentes. Les pidió que escribieran una evaluación del futuro de cada chico.  En todos los casos, los estudiantes escribieron: "No tiene ninguna posibilidad".
Veinticinco años más tarde, otro profesor de sociología se encontró con el estudio anterior.
Envió a sus alumnos a que hicieran un seguimiento del proyecto para ver qué les había pasado a aquellos chicos.  Exceptuando a veinte de ellos que se habían ido o  habían muerto, los estudiantes descubrieron que casi todos los restantes habían logrado un éxito más que modesto como abogados, médicos y hombres de negocios.
El profesor se quedó pasmado y decidió seguir adelante con el tema.  Por suerte, todos los hombres estaban en la zona y pudo hablar con cada uno de ellos.
"¿Cómo explica su éxito?", les preguntaba.  En todos los casos, la respuesta, cargada de sentimiento, fue: "Hubo una maestra".
La maestra todavía vivía, de modo que la buscó y le preguntó a la anciana, pero lúcida mujer, qué fórmula mágica había usado para que esos chicos salieran de la villa y tuvieran éxito en la vida.
Los ojos de la maestra brillaron y sus labios esbozaron una agradable sonrisa.  "En realidad es muy simple -dijo-.  Quería mucho a esos chicos".
(Desconozco el autor)


LA FLOR ROJA
Una vez un pequeño niño fue a la escuela.
El era en verdad un pequeño niño y  aquella, sí era una gran escuela.
Pero cuando el pequeño niño descubrió que  podía llegar a su salón caminando desde la puerta de  entrada, se sentía feliz y  la escuela ya no se veía tan grande.
Una mañana, su maestra le dijo:
"Hoy vamos  a dibujar".
 Qué bien, pensó el pequeño. A él le encantaba dibujar. Podría  pintar muchas cosas: Leones y tigres, pollos y vacas, trenes y barcos. Así fue  que sacó su cajita de crayolas y empezó a dibujar.
 Pero la maestra le dijo:
 "Vamos a dibujar flores".
 Qué bien, pensó el pequeño. A él le encantaban las flores, y comenzó a dibujar algunas con sus crayolas rosadas, naranja, azul.
Pero la maestra dijo: "Espera, hasta que yo te muestre cómo".
Esa era roja con tallo verde.
 "Aquí está", dijo la maestra.
"Ahora puedes comenzar".
El pequeño miró la flor de la maestra, luego miró la suya.
 A él le gustaba su flor más que la de la maestra, pero él no dijo nada.
 Tan solo volteó su hoja e hizo su flor similar a la de la maestra.
 Era roja con tallo verde.
Otro día, cuando el pequeño abría la puerta por sí solo, desde afuera la maestra le dijo:
 "Hoy vamos a trabajar con plastilina".
Qué bien, pensó el niño. "Me encanta la plastilina". El podría hacer muchas cosas con plastilina: culebras y hombres de nieve, elefantes y caminos. Comenzó a hablar y a pellizcar su bola de plastilina.
Pero la maestra la dijo: "Espera, aún no es la hora de comenzar"
y ella esperó a que todos los demás estuvieran listos...
 Entonces sucedió que su familia se mudó a otra casa en otra ciudad, y el pequeño tuvo que ir a otra escuela. Esta escuela era aún mas grande que la otra y no había puerta de afuera a su clase. Tenía que subir algunas escaleras grandes y pasar por un corredor largo para llegar a su salón.
 El primer día que el pequeño estaba en la escuela, la maestra dijo:
"Hoy vamos a dibujar".
Qué bien, pensó el niño, y esperó hasta que la maestra le dijera qué hacer, pero ella no dijo nada. Tan solo caminaba por el salón.
Luego ella se acercó al pequeño y le dijo:.
 "No quieres dibujar?".
Claro que si,"qué vamos a hacer?".
 "No sé hasta que lo dibujes", dijo la maestra.
"Cómo lo haré?", preguntó el niño.
"Como gustes", respondió la maestra.
 Si todos dibujan lo mismo y usan los  mismos colores, Cómo sabré quién hizo qué y cuál es cuál?.
 "No sé", dijo el niño. Y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde.

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