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jueves, 4 de noviembre de 2010

Uno de cada tres niños holandeses toma fármacos para la hiperactividad

Cerca de 750.000 niños holandeses de cinco a 15 años -un 34,2% de los comprendidos en esa franja de edad, que son 2.191.164- tomaban a finales de 2008 fármacos para controlar el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). La cifra resulta sorprendente si se tiene en cuenta que la incidencia de este trastorno mental ronda el 5% en los países desarrollados. Las autoridades sanitarias están buscando una explicación al alarmante aumento de las prescripciones de estos fármacos, en su mayoría derivados de las anfetaminas.
La primera en llamar la atención sobre la situación ha sido la Fundación para la Estadística de la Farmacia, que revisa las recetas que se extienden en Holanda. Según sus datos, un 75% de los pequeños que tomaban psicoestimulantes como Ritalina o Concerta eran chicos. El 25% restante eran chicas, pero entre ellas ha aumentado mucho el diagnóstico. Concretamente, un 40% desde 2007 y un 33% en el primer semestre de 2008. Entre los niños, el aumento fue de un 34% y un 23%, respectivamente.
Mientras llega la explicación oficial, la fundación ha señalado que los bajos precios de los genéricos de fármacos indicados para el TDAH "no parecen haber contribuido al aumento de las recetas". Otra posibilidad es que ahora se afine más en el diagnóstico y, por tanto, afloren más casos que antes no se hubieran catalogado como hiperactividad. O, por extraño que parezca, también puede suceder lo contrario: que se esté medicando como hiperactivos a niños que no lo son a pesar de mostrar síntomas parecidos.
Esta última hipótesis, aún por demostrar, es la que preocupa a Trudy Dehue, psicóloga y filósofa de la Universidad de Groningen. Autora de uno de los libros de referencia sobre el incremento de las depresiones en los países ricos, La epidemia de la depresión, sostiene que los padres tienen hoy una doble responsabilidad. "En una sociedad donde se mide a la gente por sus prestaciones, se pueden sentir culpables del hecho de que sus hijos puedan no funcionar de forma satisfactoria. Nadie quiere que en el futuro sus hijos puedan echarles en cara que no tuvieron suficientes oportunidades por no haberles dado unos medicamentos que estaban a su alcance. Lo malo es que también pueden ser criticados por brindárselos, pues no son productos inocuos y los niños, al tener que medicarse, pueden acabar interiorizando que no son suficientemente buenos siendo ellos mismos", dice.
Dehue reconoce que hay niños hiperactivos que pueden beneficiarse del apoyo de la psiquiatría, pero apunta que tal vez otros casos requieran un enfoque más sociológico que individual: "Escuelas más pequeñas; menos actividades extraescolares; menos presión para ser mejor de lo que se es; más espacio para jugar fuera", propone. "La industria farmacéutica se ha aprovechado de la ambigüedad del manual de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos [DSM-IV] sobre qué se puede considerar TDAH, para ofrecer sustancias destinadas a lograr que las chicas estén calmadas", añade.
Su opinión es compartida por un sector de los psiquiatras holandeses, reacios a recetar demasiado pronto psicoestimulantes a los menores. Otro grupo, por el contrario, cree que las tensiones de la sociedad han desencadenado la aparición del trastorno. "Yo preferiría que se diera menos importancia a la mejora del individuo, ya sean niños o adultos. Mejorando las precarias circunstancias en las que muchos viven, cambiarían ya muchas cosas. No habría que etiquetarlos en masa de enfermos psíquicos, porque ese calificativo acaba formando parte de su identidad", concluye.

En España es difícil saber cuántos niños reciben tratamiento farmacológico para el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Según datos del Ministerio de Sanidad, en los últimos cinco años se ha observado un fuerte incremento en el número de envases prescritos de metilfenidato, el tratamiento principalmente indicado, en sus distintas presentaciones: de 239.000 envases prescritos en 2003 se pasó a más de 615.000 en 2007. Durante los nueve primeros meses de 2008 también se recetaron 27.472 envases de atomoxetina, un fármaco de reciente introducción en el mercado, que también sirve para tratar la hiperactividad. Sin embargo, estos datos no especifican las edades a las que se toman.
En todos los países europeos se ha producido un importante aumento de recetas de metilfenidato, fenómeno que no se debe necesariamente a un mayor consumo, "sino porque se diagnostica más", dice Anna Sans, neuróloga pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.
Se calcula que en España, como en la mayoría de países, la prevalencia del trastorno es del 8-12% en la población infantil, y la mitad en la edad adulta. Sin embargo, sólo el 20% de los adultos y el 50% de los niños afectados reciben tratamiento para la hiperactividad. Es un trastorno todavía infradiagnosticado en España, "aunque cada vez los especialistas lo conocen mejor", dice Josep Antoni Ramos Quiroga, psiquiatra del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona.
El diagnóstico del TDAH es complejo y puede presentar errores: existen niños menores de cinco años de los que se sospecha que tienen este trastorno y en realidad sufren un retraso mental o son autistas, dice Anna Sans. Pero tampoco es conveniente esperar a que suspenda todo el niño para llevarlo al especialista: "Al hospital nos llegan estudiantes de secundaria abocados al fracaso escolar". La gente está más sensibilizada con esta enfermedad y consulta cuando los niños tienen siete u ocho años, "pero también hay que ser cuidadoso, porque a estas edades no se puede colocar al niño una etiqueta definitiva", añade Sans. Cuando el diagnóstico se ha confirmado, en el 95% de los casos en un momento u otro será necesario prescribir fármacos. "Pero si se detecta a edades tempranas y se coordina el abordaje psicológico con la escuela es posible retrasar el inicio de la medicación".
Ante las reticencias de algunos padres a medicar a sus hijos, esta neuróloga pide erradicar falsos tópicos, como que el metilfenidato crea adicción o que afecte al crecimiento del niño. Y añade: "No hay que minimizar los riesgos de no tratar este trastorno a tiempo, ya que en la edad adulta puede incidir en un comportamiento delictivo, sufrir mayor número de accidentes de tráfico o favorecer la drogadicción".

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