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sábado, 7 de abril de 2012

Un tercio de los niños padece de estrés infantil


Asociamos el estrés al trabajo y a los problemas de la vida diaria de cualquier adulto. Sin embargo, expertos de la española Universidad de Valencia sostienen que uno cada tres niños entre los 2 y los 11 años padece de estrés, y que éste puede determinar las enfermedades que sufra al llegar a la edad adulta, informa EFE.

El estrés afecta a cada vez más pequeños y a edades cada vez más precoces incluso antes de que vengan al mundo, con consecuencias que se harán sentir no sólo en sus primeros días, meses o años de vida, sino a lo largo de toda su existencia, aumentando su vulnerabilidad a enfermar.

Los desencadenantes del estrés infantil son diversos, pero sus consecuencias son similares a las de los adultos. Además de problemas de aprendizaje, concentración, conducta y relación, así como desequilibrios anímicos y psicológicos, el estrés sostenido puede producir en los pequeños, alteraciones fisiológicas importantes.

“Uno de cada tres niños de entre dos y once años de edad padece estrés, superando a la cifra de padres que se reconocen estresados", según el ‘Estudio sobre hábitos de vida saludable’, elaborado por el Instituto de Creatividad e Innovaciones Educativas de la Universidad de Valencia (España), para el cual fueron entrevistados padres de entre los 30 y 50 años de edad.

Uno de los principales efectos del estrés es la bajada de las defensas orgánicas de los niños, lo que amenaza su salud infantil, porque al debilitarse su sistema inmunológico aumentan las probabilidades de que sean vulnerables a las enfermedades, de acuerdo a este trabajo, dirigido por Petra María Pérez, catedrática de Antropología de la Educación.

Apunta en la misma dirección otra investigación realizada por un grupo de expertos de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en ingles), según la cual el estrés infantil puede determinar las enfermedades que va a sufrir una persona en la adultez y hace a los niños más proclives a padecer una enfermedad de larga duración o incluso tener una muerte más prematura.

Según la APA, algunos estudios demuestran que el estrés padecido en la infancia debido a la pobreza o al abuso emocional puede fomentar las enfermedades del corazón, un mayor riesgo de inflamaciones y un aceleramiento en el envejecimiento de las células.

Las adversidades de la infancia proyectan una larga sombra sobre la salud del adulto y pueden conducir a un envejecimiento prematuro mucho antes que quienes no han sufrido traumas infantiles y en algunos casos la esperanza de vida puede reducirse hasta en 15 años, según una investigación de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.).

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