“El 48% de los niños que inician la escolaridad Primaria no poseen las destrezas físicas indispensables para aprender normalmente en la escuela”.
“El 35% de estos niños, dos años más tarde, mantienen todavía problemas de inmadurez física y muchos de ellos muestran bajos rendimientos en lectura”.
Son datos de estudios realizados en Inglaterra por el Instituto de Psicología Neurofisiológica (INPP) y que son transferibles a España de forma casi idéntica, los resultados de nuestro Sistema indican que, en todo caso, aquí serían peores.
Destaquemos ante todo que se trata de “inmadurez física” la cual tiene una gran incidencia en los aprendizajes escolares.
El concepto “estar preparado físicamente” para iniciar la escolaridad no es nuevo. Basta recordar a Jean Piaget y más expresamente a Bates Ames que señalaba la caída de los primeros dientes de leche (normalmente se da hacia los 6 años de edad) como indicio de madurez física para la lectura.
¿Por qué actualmente hay tal premura para enseñar a leer desde los 3-4 años sin discriminación alguna sobre qué niños están preparados físicamente y quienes no?
Ello “martiriza” a los más débiles, ¿maltrato?...
La aptitud física no se desarrolla como resultado de estar en la escuela 6-7 horas al día, ni por estar “sentados” ante la nintendo, videojuegos, ordenador o televisor.
La aptitud física comienza en la interacción física con el medio y en el tiempo que pasa el niño con las personas que le atienden (preferentemente los padres que se preocupan), y sigue en las relaciones sociales.
La aptitud física es importante porque realiza y refleja la madurez de las vías neuronales implicadas en los complejos procesos de leer, escribir, resolver problemas, aprender en suma. Todas las elevadas destrezas para el aprendizaje requieren acción física y cooperación integrativa entre el cuerpo y el cerebro.
Y todo ello comienza en el suelo.
Leer, por ejemplo, requiere suficiente desarrollo de los movimientos oculares como para enfocar los ojos en un punto concreto de la página, hacer que ambos ojos trabajen juntos como un equipo para seguir una línea escrita de izquierda a derecha, hacer un largo movimiento en la dirección contraria –derecha izquierda- para volver al principio de la línea siguiente… Se trata de habilidades motoras que exigen control de los movimientos oculares. Si los movimientos son inmaduros e inestables, las letras, los números y las palabras pueden “bailar” en la página de forma que el cerebro las ve en desorden y el niño encuentra dificultades para decodificar los símbolos, construir las palabras y encontrar sentido (comprensión) en el escrito.
La lectura se fundamente también en la tradición oral y la habilidad para entender sonidos comienza con el desarrollo del lenguaje y el habla. El niño habla con su cuerpo antes de articular palabras, utilizando el lenguaje postural, gestual y la entonación para hacerse entender. El deseo de comunicarse utilizando palabras es innato sólo parcialmente, depende mucho de los estímulos del medio: que se le hable mucho y se le escuche por parte de sus cuidadores a lo largo del día y cada día en los años pre-escolares. “Las semillas del lenguaje se siembra a través de experiencias senso-motrices” (Sally Goddard).
Escribir es una habilidad motora muy fina que requiere coordinación entre mano y ojos apoyados por la postura. Un niño con problemas posturales encuentra muy difícil sentarse derecho y coordinar diferentes partes de su cuerpo. El desarrollo postural en los primeros años se estimula mediante la interacción con el medio y el proceso del juego físico. De nuevo es la actividad motriz la que comanda el desarrollo postural.
Las matemáticas, además de entender el significado de los números, implican múltiples interacciones entre las dos mitades del cerebro para resolver problemas y aplicar conceptos conocidos; exigen también la habilidad para seguir una secuencia de operaciones mentales (en la suma, por ejemplo), secuencia que controla la parte del encéfalo llamada cerebelo, que es el primer responsable de armonizar la coordinación de las actividades motoras. Las secuencias se aprenden haciéndolas; en otras palabras, a base de repetir acciones físicas, practicando.
La comunicación, a nivel neurológico, se estimula con la actividad física , pero… los niños de hoy día tienen menos oportunidades y menos tiempo dedicado a la interacción física y a la actividad motriz que los niños de todos los tiempos precedentes. La creciente cantidad de tiempo que pasan en actividades sedentarias durante los años preescolares y en las Escuelas Infantiles, así como en los cursos de Primaria, posiblemente ayude a los niños que ya tienen madurez física, pero con toda certeza no ayuda a los niños que aún no están físicamente preparados, (recordemos que éstos son el 48%); es más, les perjudica positivamente si no se fomenta ampliamente la movilidad, la acción-inhibición y demás destrezas motoras madurativas.
Hoy resulta fácil, para personal especializado, evaluar la madurez física de los niños para iniciar la escolaridad formal. Existen, además, programas de ejercicios que, bajo la supervisión de profesores interesados en ello, facilitan a estos niños una preparación más adecuada, mejorando su madurez física para abordar con más garantías, la escolaridad en sus fundamentos más esenciales, que ya hemos indicado.
La educación física (naturalmente no se trata para nada de la “clase de Educación Física”) - a través de la estimulación motriz, auditiva, visual, de la función manual y cognitiva - importa muchísimo, tanto más cuanto más pequeños son los niños. Hasta que el Sistema Educativo no se mentalice plenamente de la necesidad que tienen los niños de actividades físicas en todos los niveles del desarrollo, especialmente hasta los ocho años, un porcentaje cada vez mayor de niños continuará teniendo serias dificultades en los aprendizajes escolares iniciales, que son básicos. Estas dificultades son mayores cuanto más débil es la madurez del niño.
La consecuencia lógica de todo lo anterior es el presente y creciente fracaso escolar ya que estamos poniendo cimientos de arena al aprendizaje escolar de esos niños.
Hoy estamos en condiciones, gracias a los avances de las neurociencias y a las experiencias que se llevan a cabo en diferentes partes del mundo (algunas en España), de ayudar eficaz y eficientemente a los niños para superar las habituales dificultades en el aprendizaje escolar. Naturalmente hay que prescindir de prejuicios, de clientelismo, de pactos, de “lo(gs)ecismo”, y otros muchos hábitos, órdenes, “esperas”, … para realizar una prevención-normalización con la mayoría de los niños.
Los niños, de cualquier edad, no son iguales entre sí. Este dato es capital en educación y mucho más en enseñanza.
Es, sin duda, maltrato infantil (por ignorancia o por negligencia) seguir “martirizando” a los más débiles sin dar respuesta a ese elevadísimo porcentaje de niños abocados al fracaso escolar, que a menudo es seguido por fracaso social más adelante.
La respuesta no es, por supuesto, “más de lo mismo”. Hoy eso está muy superado.
Nota: Ideas básicas tomadas de S. Goddard (INPP – UK)
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