Si has llegado hasta aquí es porque te preocupa e interesa la educación ,en un mundo donde se valora más el porcentaje numérico ,que la educación emocional siendo que a traves de ella trabajas todas las areas indivudualizadas de cada niño
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domingo, 13 de mayo de 2012
La utilidad de los deberes
Hace apenas dos meses, la principal federación de padres francesa convocó una huelga de deberes por considerar que son trabajos forzosos fuera del horario lectivo, sin ninguna utilidad demostrada y que, en cambio, complican mucho su vida y la de sus hijos: conflictos, castigos, falta de tiempo libre… El debate no es nuevo ni exclusivo de Francia. Hace años que en Estados Unidos, Australia, Argentina o España, sin ir más lejos, se cuestiona la conveniencia de llevarse tareas escolares a casa y se investiga su eficacia en términos de rendimiento escolar o de aprendizaje. Pero ¿es posible suprimir los deberes?
Ana Sacristán, profesora del departamento de Didáctica y Organización Escolar de la UNED, asegura que no. “Tal como funciona hoy la escuela los deberes son inevitables; en España es una práctica tan extendida que la consideramos normal y hasta exigible, porque se vinculan con recibir una educación de calidad”, dice. De hecho, si al hilo de la iniciativa francesa la Ceapa (confederación española de asociaciones de padres y madres de alumnos) quiso proponer una iniciativa similar y aseguró que los deberes representan el fracaso del sistema educativo, otros colectivos de padres, como la Cofapa y la Concapa, defendieron la importancia de las tareas escolares para transmitir esfuerzo y disciplina a los niños y calificaron de irresponsabilidad su hipotética supresión. Y no son sólo los padres los que no se ponen de acuerdo. Psicólogos, pedagogos, maestros y otros especialistas en educación no son unánimes en si los deberes son positivos o perjudican más que benefician.
Los hay como Maria Jesús Comellas, educadora, profesora de Didáctica y Organización Educativa de la Universitat Autònoma de Barcelona, que defienden “el derecho de las criaturas a no ser alumnos durante las 24 horas”. O como Miquel Martínez, catedrático de Pedagogía de la Universitat de Barcelona y colaborador de la Fundació Jaume Bofill, que consideran que sin deberes “ganaríamos nivel educativo y habría menos problemas de ansiedad y déficit de atención en los niños y mejorarían el clima y las relaciones familiares”. Pero también como Raquel-Amaya Martínez, profesora de la Universidad de Oviedo especializada en educación familiar y relación escuela-familia, o Joan Doménech, director de la escuela Fructuós Gelabert y autor de Elogio de una educación lenta (Graó), que creen que los deberes aportan bastante al desarrollo académico y personal de los chavales porque permiten reforzar los aprendizajes del aula y ayudan a crear un hábito de trabajo y estudio, además de promover la autonomía y la implicación de los niños en su aprendizaje, y vincular a los padres en el proceso educativo de sus hijos, entre otros beneficios. Y no faltan quienes, como Elena Martín, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid, subrayan que, sirvan o no para desarrollar la autonomía y coger hábitos de estudio, son un elemento de desigualdad e inequidad, porque las familias con menos recursos socioculturales no pueden ayudar a sus hijos con las tareas escolares.
Ana Sacristán asegura que, en realidad, los deberes pueden ser beneficiosos, una oportunidad perdida o muy negativos dependiendo de la jornada escolar que tenga el niño, de su edad, del tipo de deberes que le pongan y del tiempo que le ocupen. Doménech explica que, con frecuencia, el problema de los deberes es que se pervierten, que tienen una finalidad pero, a la hora de concretarse en tareas esos objetivos se truncan. “Los deberes persiguen que los niños sean más autónomos en su aprendizaje, que puedan resolver ellos solos los retos educativos, pero si el profesor dice: ‘Este ejercicio lo hacéis en casa’, sin asegurarse antes de que les ha dado las herramientas para hacerlo, estará pervirtiendo ese objetivo, pues si no están preparados para ese reto les aboca al fracaso y exige que dediquen tiempo y esfuerzo a algo en lo que fracasarán seguro”, ejemplifica. Y añade que lo mismo ocurre con el objetivo de que los deberes sirvan para reforzar a los niños que precisan más tiempo para aprender: “Si en cinco horas de clase no ha asumido unos objetivos y le mandas esas tareas para casa, el niño solo no podrá resolverlo y no le servirá de nada disponer de más tiempo”.
La mayoría de expertos coincide en que la clave del debate es cuántos y qué deberes. Eva Liesa Hernández, directora del grado en Educación Infantil en Blanquerna-URL, asegura que los deberes deben ocupar poco tiempo para que puedan realizarse otras actividades, y deben ser personalizados, adecuados a las necesidades de cada alumno para que no se conviertan en los deberes de los padres, del canguro o del profesor particular y dejen de tener sentido. Y son estas dos premisas –limitación temporal y adecuación a cada niño– las que más se repiten entre los especialistas consultados. Luis Miguel Lázaro, experto en educación comparada de la Universitat de València, subraya que las investigaciones realizadas en las últimas décadas han mostrado una correlación entre la realización de deberes y los resultados académicos siempre que su carga no sea excesiva, porque en ese caso provocan aversión. Apunta que una buena referencia puede ser la regla de los diez minutos establecida por la Duke University, en Estados Unidos, que consiste en comenzar con diez minutos diarios en el primer año de escolaridad obligatoria e irlos incrementando en otros diez minutos por curso, hasta llegar a los 120-150 minutos en los alumnos de bachillerato. Claro que puestos a escoger modelo, uno rápidamente se pregunta qué hacen en Finlandia, que en los últimos años es el referente recurrente cuando de excelencia educativa se trata. “Los niños finlandeses tienen deberes, pero con una carga temporal muy reducida en toda la escolaridad; son deberes de 10-15 minutos que muchos hacen en el transporte escolar”, apunta Lázaro. Pero a continuación añade que en Corea, país que según los informes internacionales tiene un nivel educativo similar al de Finlandia, los niños hacen muchos deberes y un alto porcentaje de ellos asiste a clases de refuerzo. Opina que es difícil hablar de reglas generales porque hay niños que no necesitan hacer deberes en casa y otros que precisan que alguien les ayude. “No va mal que tengan algunas tareas concretas para esos aprendizajes que se adquieren repitiendo, practicando, como leer, cálculo o gramática; el problema es que los profesores se exceden, y después de una jornada agobiante, los chavales aún tienen otra media jornada escolar en casa, y como los padres tienen la responsabilidad de que los hagan, les privan de jugar, de leer lo que les gusta… Y aunque es positivo que los padres se impliquen y vean qué saben sus hijos y qué no, hay familias monoparentales o de nivel educativo bajo que no pueden ayudarles, así que los deberes se convierten en una fuente de desigualdad y los maestros deben estar pendientes para compensar estas carencias”, opina.
Este último aspecto, el del papel de los padres ante los deberes, resulta crucial en todo el debate. Por una parte, porque las tareas del cole colonizan el tiempo familiar y absorben gran parte de las pocas horas que padres e hijos pasan juntos, impidiendo que compartan tareas domésticas, conversación, lectura o actividades de ocio. Por otra, por los conflictos que ocasionan cuando los padres se ven obligados a presionar o a castigar a los hijos para que hagan sus tareas escolares. Y, por si fuera poco, por las desigualdades que evidencian. “Con los deberes se traspasa a la familia una tarea escolar que no todas pueden asumir, ya sea por trabajo o por falta de preparación, y aquellas familias que tienen una economía holgada lo suplen pagando un refuerzo escolar, mientras que otras no pueden hacerlo”, advierte Miquel Martínez. Ana Sacristán, que enfatiza que en toda su escolarización nunca tuvo deberes, dice que los buenos alumnos no necesitan actividades de refuerzo y, a los que les vendrían bien, si no reciben ayuda externa no les sirven. “Si los padres no pueden o no saben ayudarles los deberes son contraproducentes, porque el chaval se siente abandonado a su suerte, y eso daña su autoestima e incluso puede suponer que desprecie a sus padres por dejarle desamparado”, alerta.
También hay profesores que, como Raquel-Amaya Martínez, opinan que el papel de los padres nunca ha de ser sentarse a hacer los deberes con su hijo ni explicarle contenidos, sino crear el clima adecuado para que desarrolle el hábito de hacerlos, demostrar interés por sus tareas y promover que el niño asuma sus responsabilidades, cuestiones que no requieren una alta formación académica de los padres. Lo que sí exige es que los profesores encarguen para casa tareas que los chavales puedan hacer solos y que no resulten tediosas. O, según otros especialistas, que los maestros tengan en cuenta las condiciones socioeconómicas de cada familia a la hora de personalizar los deberes.
Pero también hay educadores que plantean alternativas que no requieren tanta personalización, como es no ocupar el tiempo familiar de los alumnos para que puedan realizar otros aprendizajes invisibles. “Haciendo la lista de la compra, seleccionando el pescado, leyendo las etiquetas de las conservas, calculando el cambio que les da la cajera pueden practicar muchas competencias de las que les enseñan en la escuela y ver realmente la trascendencia de lo que aprenden”, indica Maria Jesús Comellas. Miquel Martínez añade que si se deja a los niños tiempo para ir a la compra, hacer la cena o buscar cosas que les interesen, luego pueden contar sus experiencias o llevar información a clase y así, además de contextualizar lo que aprenden en todas las materias y enlazar la escuela con su mundo, logran que sus compañeros también aprendan. Y remarca que de esta forma, lejos de ponerse en riesgo el rendimiento escolar, mejorarían los resultados de nivel educativo. “En realidad examinamos a los chavales de comprensión lectora, expresión y las cuatro reglas matemáticas, y hay seis años –de primero a sexto de primaria– para enseñar eso, así que hay tiempo de sobra y no hace falta reforzar esos aprendizajes; si ahora obtienen malos resultados es porque se les enseña de forma mecánica, no competencial, y no se vincula lo que se enseña con la vida cotidiana; pero los chavales están más preparados de lo que dicen las pruebas; saben hacer la regla de tres, pero no saben que han de aplicarla para resolver un problema cotidiano”, afirma el colaborador de la Fundació Jaume Bofill.
También Ana Sacristán cree que los deberes, para ser valiosos, han de huir de repetir lo que se hace en clase y conectar el colegio con la vida cotidiana. “Hay profesores que hablan de la composición de los alimentos en clase y encargan mirar los tarros de conserva que tengan en casa para ver el contenido de proteínas, lípidos, etcétera. ¡Eso son prácticas valiosas!”, comenta la profesora de la UNED. Y añade que para reforzar aprendizajes, la alternativa es disponer de horas de estudio asistido en la escuela, en las que los buenos alumnos puedan hacer actividades solos y se pueda ayudar a los que más les cuesta sin que se vean abocados a hacer esas tareas solos, en casa.
Luis Miguel Lázaro cree que el problema de los deberes actuales es que normalmente no se personalizan ni se coordinan entre todo el equipo docente, de modo que a veces se acumulan tareas de muchas asignaturas. Muchos chavales, como ven que es un esfuerzo insalvable, huyen de ello no haciéndolos, lo que provoca conflictos familiares. Joan Doménech coincide en que es básica la coordinación del equipo docente para unificar criterios. Cuenta que en la escuela que él dirige, Fructuós Gelabert, apuestan por los deberes creativos adaptados a cada edad y que consisten en solicitar información para algún tema que se trabajará en clase, preparar la exposición de un cuento, leer antes de ir a dormir, hacer pasatiempos del periódico, decirles que muestren a sus padres cómo ponen su nombre o que revisen el cambio del dinero cuando van a la compra… “Promovemos la autonomía de los niños en su aprendizaje, pero también tratamos de implicar a los padres en lo que pasa en la escuela”, indica.
Claro que los detractores de los deberes aseguran que en lugar de que los niños enseñen en casa lo que han aprendido en el colegio, sería interesante que pudieran enseñar en clase lo que han hecho en casa, y para eso necesitarían disponer de tiempo libre para descubrir y desarrollar sus inquietudes y aficiones. Y eso, a juzgar por las estadísticas, cada vez es más difícil: entre 1997 y 2007 el tiempo diario dedicado a los deberes por los escolares españoles ha aumentado significativamente; ahora son muchos menos los que están menos de una hora haciendo sus tareas (el 20% en lugar del 37%) y bastantes más los que necesitan dedicar más de dos horas (32% frente a 23%).
Los deberes ideales
Breves
Las tareas escolares no deben colonizar el tiempo familiar ni el de ocio. Los chavales han de poder jugar, conversar, descubrir inquietudes, leer lo que quieran…
Creativos
Además de no resultar aburridos, los deberes deben permitir relacionar lo aprendido en la escuela con la vida cotidiana y poner en práctica los conocimientos o profundizar en ellos en función de los intereses de cada niño.
Personalizados
Las tareas para casa han de estar pensadas para que los niños puedan hacerlas sin ayuda, y adecuarse a sus intereses y necesidades concretas de aprendizaje.
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